El reino de los cielos
se parece a un hombre
que vendió todas sus palabras
para comprar un silencio.
Cuando el silencio fue suyo
entró en él, despacio
sin hacer ruido,
lo sembró, lo regó, lo cuidó…
y al poco tiempo
brotó una «palabra jamás oída».
Él la escuchó
sin decir nada
Y la palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Por Ismael Bárcenas, sj