Gracias, Señor, por hacernos capaces de la escucha.
Por poder acoger otra vida sin adulterarla
y agradecer con asombro lo que se nos confía.
Sin opiniones prematuras, sin valoraciones patosas.
Gracias por hacernos capaces de estarnos de pie
ante la ternura y la inocencia de otro
cuando se nos muestra sin tapujos.
Y por hacernos brotar de lo más hondo
los deseos más sinceros de su bien con esperanza.
Sin segundas intenciones, sin querer sacar tajada,
sin pretender cambiar lo que no podemos,
sin prometer falsas respuestas inmediatas,
sin aparentar saber lo que no sabemos,
sin querer salir corriendo.
Menudo regalo, la escucha.
Intuir lo que pasa y sentirlo bien adentro.
Agradecer desde fuera todo lo que tantas veces
uno mismo desde dentro no lo puede.
Reconocer Tu paso que todo lo empapa
sin invadir en nada.
Y saberse de repente ya parte de otra vida
sin que nada de lo suyo te pertenezca.
Compartir con valentía un poco de su muerte
y descubrir insospechadamente tanta vida.
Gracias, Señor, por hacernos capaces de la escucha.
Por Fran Delgado, sj