Disfruta tu soledad

Ester Buchholz

“No estoy en mi oficina y no volveré en una semana. El contestador no está programado para grabar mensajes”. Ése es el recibimiento con que puedes encontrarte si llamas al doctor Peter Suedfeld, psicólogo de la Universidad de la Columbia Británica que estudia la soledad y que sabe disfrutar de los beneficios de estar solo.

Investigando los efectos de la privación sensorial, la soledad llevada al extremo, Suedfeld descubrió que tras permanecer tan sólo una hora a oscuras en un recinto flotante, descendía la presión sanguínea, se incrementaba la actividad cerebral, aumentaba la creatividad y el estado de ánimo era más positivo.

“Mis investigaciones indican que las personas estamos sometidas a una estimulación crónica, tanto social como física, y es muy probable que estemos funcionando a niveles de estimulación superiores a los que corresponden a la evolución de nuestra especie”.

La recomendación de Suedfeld es limitar el asalto de la tecnología moderna, tal como él hace con su contestador, y buscar más tiempo para uno mismo.

Vivimos en una cultura que exalta la independencia pero siente pavor ante el aislamiento. Es la era de la aceleración y la conexión. Los teléfonos móviles e internet han extendido el domino del lugar de trabajo a toda nuestra vida. Llegará un día, según The New York Times, en que:

“Entre teléfonos móviles, buscapersonas y dispositivos de transmisión de datos, todos estaremos en permanente contacto con los demás”.

Sin embargo, desde un punto de vista más profundo, todos estaremos aislados. La apreciación de la soledad genuina y constructiva se ha perdido en la maraña de un proceso que nos ha desorientado.

Más que nunca, estamos necesitados de soledad. Estar solos nos da fuerzas para regular y ajustar nuestras vidas, nos confiere firmeza y nos enseña cómo satisfacer las necesidades más personales. La quietud de la soledad es un reconstituyente, un descanso muy necesario que hace renacer los deseos de explorar, la curiosidad por lo desconocido, la voluntad de realizarse como persona y el ansia de libertad.

En mi experiencia como psicóloga, he comprobado que disponer de tiempo para uno mismo no sólo aporta enormes beneficios, sino que refuerza los vínculos personales. Una mujer joven me contó que su marido era un amante excepcional y que disfrutaban el sexo de una manera notable y, sin embargo, no se acostaban ni se levantaban a la misma hora. Por la mañana ella tomaba el café y leía el periódico mientras él dormía y en la calle reinaba un gran silencio que le permitía disfrutar de un espacio de verdadera soledad. Esas mañanas solitarias, y las veladas solitarias de su marido, eran el pilar de sus notables relaciones íntimas.

Estar solo y relacionarse con los demás son dos necesidades esenciales para la felicidad y la supervivencia, y ambas requieren ser satisfechas con igual determinación. El error reside en creer que la búsqueda de la soledad y de las relaciones personales se excluyen. El carácter terapéutico de la soledad no ha pasado desapercibido para la psicología actual: concederse un “paréntesis”  se ha convertido en una estrategia de supervivencia. No obstante, la expresión “paréntesis” insinúa que, en el teatro de la vida, las relaciones y los estímulos externos son las escenas centrales y que los momentos de soledad no son más que intermedios, cuando si lo pensamos bien unos enriquecen en gran manera a los otros. Se trata, pues, de descubrir los placeres de la soledad.

Estar solo no es sentirse solo.

Socialmente la soledad no está nunca bien vista e incluso es censurada. Y lo que es peor, en general se considera que la persona que desea estar sola tiene propósitos antisociales.

Sentirse solo es uno de los peligros más evidentes de estar solo. La mera idea de la soledad hace resurgir los miedos infantiles a ser abandonados o desatendidos, y hace que algunas personas se precipiten a buscar compañía.

La psicología sólo ahora está empezando a diferenciar lo que es estar solo y lo que es sentirse sólo. Desear tener pareja, parientes o amigos no es la causa del sentimiento de soledad, ni encontrar a alguien es siempre la solución. Las personas con vínculos familiares muy fuertes pueden sentirse tan solos como las personas que viven solas. Los vínculos no conllevan automáticamente relaciones satisfactorias y en algunos casos solo se mantienen a costa de férreos compromisos personales: no es extraño oír que alguien se siente atado o chantajeado.

Cuando escucho a mis pacientes hablar de sus parejas, familiares o amigos, me impresionan sus expresiones de gratitud cuando éstos les dejan tiempo para dedicarse a sus propios intereses. Puede que el mayor error sea la manera en que nos planteamos al estar a solas con nosotros mismos. Nos podemos dedicar tiempo mientras estamos con otra persona, entre la multitud o en una situación de aislamiento buscado y consciente. Ni siquiera la inquietud y el silencio son necesarios. Podemos encontrar ese tiempo en una habitación llena de gente bailando, en la naturaleza, trabajando frente a la computadora o compartiendo el espacio con nuestra pareja. En general, las experiencias que nos ponen en contacto con la naturaleza son un buen camino para el disfrute de la soledad.

Soledad en la pareja.

“No hay quien viva ni contigo ni sin ti” es un buen resumen de lo que puede ser compartir la vida con otra persona. ¿Son posibles las relaciones duraderas? Creo que sí, pero lo que me propongo ahora es investigar la necesidad de soledad.

Tras la primera época de éxtasis e inseparabilidad, los amantes sienten la necesidad de encontrarse a sí mismos. El declive de la sincronía en la pareja raramente se entiende como parte del proceso que supone superar la primera fase del amor. Si estudiamos la dinámica de las relaciones a través de la lente de la necesidad de soledad, nuestra visión cambia. Por ejemplo, las peleas pueden tener muchas causas. Muchas veces el enfado, si no se lleva demasiado lejos, puede responder a un imperioso deseo de ganar espacio y distanciarse de la pareja.

Cuando mis pacientes, hombres o mujeres, me hablan de sus deseos de romper con la persona que aman, lo que escucho es un desmesurado anhelo de estar solos mezclado con la angustia que le provoca la idea de separarse. Debido a lo confuso de nuestras ideas acerca de la soledad, creemos que si disfrutamos estamos solos de alguna manera estamos traicionando a nuestra pareja. Mi propuesta es que se puede aprender a considerar la soledad como parte de las experiencias cotidianas y no como una barrera artificial que impide la participación en el mundo.

La forma de obtener el espacio y el tiempo para estar solos es problemática. Expresiones como “necesito espacio” pueden ser fatales porque suelen ser rechazos encubiertos.

El compromiso puede ser algo sagrado y gozoso o una cadena al cuello. Los momentos de soledad son un buen espacio para reflexionar y sortear los problemas. Llega un momento en que la mayoría de los amantes idealizados bajan del podio para convertirse en seres humanos normales. Con el retorno a la realidad, la inquietud derivada de la escasez de tiempo dedicado a uno mismo se hace evidente. Es el momento de que cada uno vuelva a sus intereses particulares. Las parejas que consiguen superar este trance suelen conseguirlo mediante una renegociación del tiempo que pasan juntos.

Los beneficios de la soledad.

Para las personas que han perdido la capacidad de disfrutar con la soledad, estar solos pueden requerir cierta preparación mental. A menudo eso significa reconocer miedos infantiles de abandono profundamente asentados, recuerdos que pueden ser la causa de la adherencia a una agenda social atestada de citas. Muchas personas necesitan que se les recuerde que estar solo no tiene por qué ser una experiencia desagradable.

Las soluciones vitales creativas requieren tiempo para estar a solas con uno mismo. El subconsciente necesita soledad para procesar y desenmarañar los problemas. Los demás nos inspiran, la información es alimento, la práctica nos da habilidad, pero necesitamos tiempo de quietud para imaginar, descubrir y desenterrar respuestas originales.

La creatividad natural de que todos disfrutamos –la penetración súbita o reposada de los problemas, la erupción o el suave fluir de la imaginación- surge como resultado de la quietud de la soledad. La pasión se desarrolla en solitario. La creatividad y la curiosidad se desarrollan con la contemplación.

Debemos sacudir la soledad de las connotaciones negativas de dolor, apartarla de las batallas con los vínculos afectivos, hacer de su mensaje parte de la norma social y, por último, elevarla de su posición de la subalterna en la escala de la salud mental. El desahogo que proporciona la soledad, el ensueño, la contemplación, los momentos privados y personales es inestimable. Y es, también, uno de los grandes pilares de la salud de la persona.

La soledad deseada es un gran protector del yo y del espíritu humano. Quizá fuera bueno seguir el consejo de tantos meditadores expertos que proponen vivir cada momento en su diferencia, prestando atención a los propios pensamientos, sentimientos y sensaciones.

Para el Dr. Peter Suedfeld es fácil desconectar el contestador y disfrutar de su tiempo, pero la inmensa mayoría estamos demasiado ocupados entre nuestra pareja, el trabajo, la familia, los amigos…No es tan simple (incluso Suedfeld dice que hace poco al regresar de un viaje se encontró con 96 e-mail esperándole) pero aunque nuestro estilo de vida requiera que nos llevemos el teléfono móvil hasta a la ducha, siempre es posible encontrar tiempo para estar solo.

Tomado de: Revista Integral. Nº 224; Agosto 1998. Barcelona.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

doce − nueve =