Dios ¿es una imagen?

Por: Luis Valdez Castellanos
Jesuita mexicano, Licenciatura en Teología, actualmente es el Director del Centro Ignaciano de Espiritualidad

Varios teólogos afirman que Dios es siempre mayor a nuestra inteligencia y a nuestra capacidad de conocimiento. No hay definición ni imagen que lo agote y lo pueda circunscribir. Dios es misterio en cuanto que no lo atrapamos a él y siempre hay más aspectos que conocer de él. Además, lo conocemos poco a poco.

Dios mismo tuvo una pedagogía para darse a conocer desde los inicios de la humanidad y se fue adaptando a la capacidad humana. El hombre primitivo lo empezó a descubrir en los fenómenos grandiosos que desconocía, como la lluvia, el sol, etc.

El Dios de los cristianos inició su revelación cuando se presentó para ayudar al pequeño pueblo de Israel a liberarse de la opresión de los egipcios. Fue el Dios de la montaña. A partir de un acto de liberación se da a conocer a ese pueblo y desde ahí llega a la plenitud de su revelación en Jesús de Nazaret.

A lo largo de los años se han usado distintas imágenes para referirse a Dios. En la Biblia encontraremos muchas figuras como éstas.

Dios de los perdones Neh, 9,17; Madre Is 49,15; Camino Jn 14,16; Verdad Jn 8, 32; Vida Jn 11,25; Luz Jn 8,12; Agua Jn 4.1ss; Pan Jn 6, 35; Cordero Jn 1,29; Pastor Jn 10, 1ss; Grano de trigo Jn 12, 24.

Pero es muy importante aclarar que una imagen no agota el conocimiento de Dios, por eso hay muchas. Como dice Sally Mc Fague[1].

Las imágenes, lejos de reducir a Dios a lo que nosotros comprendemos, subrayan, por su diversidad y su falta de adecuación, la incognoscibilidad de Dios. Es, a la vez, parecido y distinto de lo que indican nuestras imágenes.

Cada imagen aporta algo positivo que nos ayuda a conocer más y a relacionarnos mejor con Dios, pero también tiene una carencia. Por ejemplo, la imagen de Dios Padre tiene toda la carga positiva de protección, de proveedor, de seguridad, etc. Pero también su carencia está en que no es tierno, no es sensible, no ama incondicionalmente como la mamá, etc.

Lo importante es revisar a qué nos lleva dicha imagen de Dios y a caer en la cuenta que esa imagen no es la única, que hay otras que añaden aspectos diferentes de Dios.

No quiero dejar de compartir el aporte de Torres Queiruga quien revisa varias imágenes de Dios y sus consecuencias para la vida práctica:

La visión tradicional en las religiones tiende a ver a Dios como el “Señor” que nos crea para que le sirvamos (añadiendo acaso, como en los Ejercicios ignacianos: y para que, “mediante esto”, salvemos nuestra alma). La realidad se divide entonces en dos zonas: una sagrada, la que le corresponde a Dios, y otra profana, la que nos corresponde a nosotros. A la primera pertenece todo lo “religioso”, es decir, aquello que hacemos para la salvación, tratando mientras tanto de ganar el favor de Dios o de obtener su perdón. En la segunda se mueve nuestra vida ordinaria, “pro-fana” (exterior al templo), que, en el fondo, no interesaría a Dios, o que incluso es mejor negar y “sacrificar”. Comprendo que la descripción es demasiado cruda y esquemática, y de hecho resulta injusta en muchos aspectos.

Una religión que, mirando al cielo, se hace “infiel a la tierra” y que, concibiendo a Dios como un gran Señor que manda y que pide o necesita ser servido, acentúa nuestra “conciencia desgraciada”[2].

Ver a Dios como un Señor Poderos tiene estas consecuencias del dualismo entre lo sagrado y lo profano.

El Dios que nos revela Jesús.

Pero Jesús rompe ese dualismo al presentarnos a un Dios cercano, cariñoso, tierno y sobre todo misericordioso.

Un Dios que Jesús hereda ya como Creador del cielo y de la tierra, pero que él enriquece con su vivencia filial al proclamarle como “Abbá”, es decir, como padre/madre que sólo por amor a nosotros nos trae a la existencia, y que única y exclusivamente por amor y desde el amor actúa en nuestra historia.

Un Dios que, por ser Plenitud, no tiene carencias, sino que todo Él es don: que consiste en ser ágape (1 Jn 4,8.16) y cuya acción es, por tanto, infinitamente transitiva, sin sombra de egoísmo pura afirmación generosa del otro.[3].

El Dios de Jesús no crea para ser servido, sino en todo caso, y si queremos hablar así, para servirnos Él a nosotros (Mc 10, 45 y par). Y si la aplicación parece demasiado osada, escuchemos nada menos que a san Juan de la Cruz:

“Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma -¡OH cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración! -, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si Él fuese su siervo y ella fuese su señor, y está tan solícito en la regalar, como si Él fuese esclavo y ella fuese su Dios.

¡Tan profunda es la humildad y dulzura de Dios!”.[4]

La consecuencia práctica de este cambio dado por Jesús es que la idea de creación desde el amor, que se hace única y exclusivamente por nosotros, elimina todo equívoco y rompe de raíz todo dualismo.

Para aclararlo con un ejemplo simple: ¿no es eso lo que, ya en el nivel humano, sucede con un padre y una madre normales?

Lo que buscan es el bien integral de sus hijos: que tengan salud y se instruyan en la escuela, que sean honrados y tengan lo necesario para vivir… Mucho más, infinitamente más, en nuestro caso. Dios no crea hombres o mujeres “religiosos”; crea, simplemente, hombres y mujeres humanos.

Torres Queiruga remata sus reflexiones alentando nuestras capacidades humanas ya que eso es querido por Dios:

Resulta evidente que todo cuanto ayude a la realización auténtica de nuestro ser y propicie algún tipo de verdadero progreso en el mundo responde al dinamismo creador. Del mismo modo que se opone al mal, es decir, a todo aquello que impide de algún modo la realización –física o espiritual, individual o social- de sus creaturas, Dios está también volcado en la promoción de todo lo bueno y positivo para las personas y para el mundo.[5]

Estos son ejemplos de cómo afecta una imagen determinada de Dios para la vida de los creyentes.

A modo de conclusión podemos decir que ninguna imagen de Dios nos da a conocer integralmente a Dios, que más bien es como un ladrillo en un edificio, que junto con otras añade el conocimiento. Que es muy importante revisar las consecuencias prácticas de las imágenes que yo tengo de Dios y que tenemos que preferir aquellas que se parezcan más al amor y la misericordia de Jesús que se hizo hombre para acercar a Dios a los pecadores y necesitados.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

¿Cuál imagen te acerca más a Dios? ¿Por qué?

De las imágenes que te han presentado ¿Cuál te parece más negativa? ¿Por qué?

Mi creencia en Dios ¿Me hace más humano, más solidario como Jesús?

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

  1. Bonet, José V. (2000). La teología del gusano. Santander: Sal Terrae.
  2. Garrido, Javier. (1992). La relación afectiva con Dios. Vitoria (País Vasco): Instituto de Vida Religiosa. N° 5.
  3. McFague, Sallie. (1994). Modelos de Dios. Santander: Sal Terrae. Colección presencia teológica 76.
  4. Schnackenburg, Rudolf. (1998). Amistad con Jesús. Salamanca: Sígueme.
  5. Torres, Andrés. (1997). Recuperar la creación. Santander: Sal Terrae. Colección presencia teológica 86.

[1] Mc Fague, S. (1996). Modelos de Dios. Santander: Sal Terrae.

[2] Torres Queiruga, A. (1997). Un Dios para hoy. Santander: Sal Terrae. Colección Aquí y ahora p. 16.

[3] Kierkegaard, igual que antes de él Schelling, sabía muy bien que “solamente la omnipotencia puede retomarse a sí misma mientras se da, y esta relación constituye justamente la independencia de aquel que recibe” (Diario, a cura di C. Fabro, Brescia 1962, 272). Sartre se refiere a este texto en su conferencia de la UNESCO en 1966: “El universal singular”, en (J.P. Sartre, M. Heidegger et. Al.) Kierkegaard vivo, Madrid 1968, 37-8. Acerca de este aspecto en Schelling, cf. W. Kasper, Das Absolute in der Geschichte, Mainza 1965, 237 (alude también al texto de Kierkegaard).

[4] Cántico Espiritual, c. 27 n. 1; Vida y Obras Completas, BAC, Madrid 1964, 704

[5] Op. Cit p. 18.

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