Adiós, príncipes azules y princesas rosas

Alejandro Castañeda

(entrevistas) estudia filosofía

Isabel Sepúlveda Campos

(redacción) socióloga y sicoterapeuta

Ni hablar, la era de la información y la imagen ha vuelto más realistas a los jóvenes en sus perspectivas acerca del matrimonio y la familia: Celos e infidelidad; confianza, comunicación y respeto; estos conceptos, tan polarizados entre sí, como presentes en las relaciones de pareja, aparecen de manera recurrente en las respuestas de ocho jóvenes entrevistados por MIRADA.

A los muchachos se les plantearon dos preguntas: “¿Cuál crees que sea el principal problema (o dificultades) al que se enfrentan los matrimonios / familias hoy en día?”, y “¿Qué idea o perspectiva tienes tú para formar una familia; o qué esperas del matrimonio?”. La palabra amor sólo aparece una vez, curiosamente dentro de la respuesta en la que, también por única ocasión, se menciona a Dios; cariño, aparece dos veces; comunicación e infidelidad, en cinco ocasiones cada una.. La responsabilidad implícita en el matrimonio, aunque mencionada como palabra solamente en un par de ocasiones, subyace, temida o asumida plenamente, en todas las contestaciones.

A los ahora adultos nos tocó empezar a romper esquemas y adaptarnos a nuevas tendencias, necesidades y presiones sociales, económicas y educativas. Lo novedoso para nuestra generación, se asume como algo normal en ésta: la igualdad de derechos entre los cónyuges, el compartir las tareas domésticas, el desarrollo profesional de la mujer –antes, durante o después de la llegada de los hijos-, etcétera.

Aún así, lo esencial permanece. Estos hombres y mujeres entre 17 y 22 años, empleados o estudiantes de escuelas públicas y privadas, demuestran, a través de sus comentarios, que sus temores, necesidades y perspectivas personales respecto al matrimonio / familia, básicamente son los mismos que los de las generaciones anteriores, sin embargo, el entorno actual los hace vivirlos de un modo diferente.

Más allá de revisar coincidencias, aportar datos o hacer juicios de valor, los resultados de las entrevistas sirven para reflejar la manera en que los jóvenes perciben en el presente conceptos fundamentales para su desarrollo psicológico y espiritual, tales como: comunicación, responsabilidad y su relación con Dios. Cada entrevista manifiesta no solo la postura ante el matrimonio y la familia del entrevistado, sino que se convierte en una serie de revelaciones acerca de su historia personal. Surge entonces una pregunta confrontadora para los padres de familia: ¿Qué aprendizajes han recibido en casa los jóvenes?

Pero dejemos de analizar y pasemos a escuchar lo que los muchachos dicen:

A Paula, de 19 años y estudiante de filosofía en una escuela privada, se le puede llamar la realista de los consultados. Para ella la idealización de lo que es el matrimonio y la familia, así como el nulo deseo de negociar los intereses propios para conseguir los comunes, son los principales problemas que inician en las parejas y terminan con las familias. Su perspectiva ante el matrimonio es que sí desea casarse, y aún cuando del matrimonio espera que habrá de todo, que no es algo perfecto, sin problemas, piensa que el matrimonio depende de la capacidad de la pareja de negociar con el otro y de las ganas que tenga de seguir adelante.

Esteban, de 20 años y encargado de una papelería, es el práctico. Para él la principal dificultad a la que se enfrentan los matrimonios / familias hoy en día es que las parejas pierden de vista el sentido de vocación y responsabilidad que implica, así como la falta de comunicación entre los integrantes de la familia. Su idea de la familia es la de una comunidad en donde todos participan para el bien común, a eso aspiro.

La entrevista a Carolina, de 19 años y estudiante de bachillerato, permite entrever experiencias amargas. El principal problema lo ubica en los celos y la infidelidad que hacen que la pareja se separe; que los casados se “enfaden” de su pareja y que la rutina vuelva difícil la convivencia. Su perspectiva de formar una familia no existe, no quiere casarse porque no desea depender de una persona que siempre esté detrás de ella, eso le significaría perder su libertad. Tal vez sí tenga hijos pero por el momento no lo sabe.

Si la percepción del matrimonio de Carolina es francamente negativa, la de Lillybeth de 20 años y estudiante de Derecho en una escuela pública, oscila entre la certeza de que no todo es miel sobre hojuelas y la seguridad de que si se quiere, se puede. En su opinión, el adulterio, muchas veces ocasionado por las borracheras, es el problema más fuerte, ya que considera el serle infiel a la pareja como una falta de respeto que destruye al matrimonio. Éste, dice Lillybeth, no es un juego, sino algo para toda la vida. También ubica la incompatibilidad de caracteres como un factor que afecta a las parejas, así como el hecho de que uno de los dos no coopere en casa o no quiera trabajar. Ante la perspectiva para formar una familia, espera tener un matrimonio estable y se considera con criterio para elegir alguien para toda la vida. Quiere que ambos tengan las mismas responsabilidades y obligaciones y darle a sus hijos todo lo que necesitan. A su esposo le pediría ser cumplidor (no especifica en cuáles aspectos, pero supongamos que en todos), y que respete la libertad de cada uno para que, de vez en cuando, ambos puedan salir con sus respectivos amigos sin que haya problemas.

Con Cruz -de 17 años y estudiante de bachillerato en una escuela pública-, sucede algo curioso, a la primera pregunta contesta que si la pareja no tiene problemas económicos, entonces tiene problemas de infidelidad y que cree que los hombres son más infieles que las mujeres (las estadísticas le dan la razón, con todo y que la proporción cada vez se reduce más). Asimismo, Cruz toca un punto esencial al considerar también como problema los pleitos entre los padres cuando no se ponen de acuerdo en cómo educar a sus hijos. Espera en el matrimonio llevar una buena relación con su esposa, que sea cariñosa y sincera, ya que para él es importante tomar en cuenta sus opiniones que, dice, valen lo mismo que las del hombre. Y, como reflejo de lo que actualmente es prioridad en su vida y de su relación con sus padres, afirma que le pedirá a su esposa que lo deje salir a divertirse sin que se enoje. Por último, es consciente de la necesidad de darle una buena educación a los hijos.

Las respuestas de Miguel Ángel, con 22 años -el mayor de los entrevistados- y estudiante de Diseño Gráfico en una escuela pública, revelan una visión más amplia del fenómeno matrimonio / familia. Este joven, en su contestación a la primera de las preguntas, considera que los problemas varían según la situación económica y también, como casi todos los demás, que una de los principales dificultades es la infidelidad, además de la falta de comunicación y de cultura e información sexual. De esta manera, Miguel Ángel aborda en sus comentarios tres aspectos claves en una relación de pareja: la calidad y cantidad de comunicación; la actitud ante los vaivenes económicos; y la importancia de la perspectiva y madurez con que practican su sexualidad. La respuesta a la segunda pregunta revela sensatez a la vez que extrema cautela en lo financiero: antes de casarse quiere tener ya un patrimonio y estabilidad económica. Piensa tener uno o dos hijos, no más porque implican muchos gastos. Con su pareja quiere que haya cariño, comunicación, confianza y apoyo moral, y cree que, a pesar de que tradicionalmente el hombre es el que lleva las riendas del matrimonio, la mujer debe tener igual libertad.

Las dos últimas entrevistas presentan posiciones totalmente encontradas: El matrimonio visto desde una perspectiva espiritual y el rechazo a institucionalizar por cualquier vía, sea civil o religiosa, la convivencia entre hombre y mujer.

La penúltima entrevista es la realizada a Paola de 21 años, estudiante de diseño publicitario en una escuela privada. Para ella el principal problema es que los matrimonios (en crisis) no están cerca de Dios, les hace falta más fe y seguir la religión; si estás bien con Dios estás bien con los demás, dice. Las enseñanzas de Jesús están presentes en su respuesta: “Él nos enseñó que se debe amar al prójimo como a sí mismo, pero esto es olvidado por muchos hombres o mujeres, que se centran demasiado en su persona y olvidan al otro”. La rigidez para cumplir con los preceptos religiosos y normas personales, asoma en algunas de sus opiniones: “En muchos casos creo que se casan para tener sexo, pues la Iglesia lo prohíbe antes, pero luego se dan cuenta que no es lo único ni es tan importante como parece, entonces vienen los problemas. También afecta que se casen muy jóvenes y quieran seguir haciendo cosas de solteros cuando ya no se puede”. Asimismo cree que el convivir con otra persona debe ser difícil, pues si hasta entre los hermanos, que ya se conocen, se pelean.

En cuanto a la perspectiva para formar una familia, sitúa como prioridades el estar cerca de Dios, tener amor y después dinero para que no falte lo necesario. No espera que sólo él trabaje; si hay que hacerlo, también ella está dispuesta a hacerlo, siempre y cuando hayan pasado los primeros años de sus hijos, que considera son los más importantes. Y para que todo marche sobre ruedas, cree que “la comunicación es un factor vital, ya que si existe, entonces hay confianza, y si hay suficiente confianza, entonces no hay problemas”. O más bien son mucho menores, habría que aclararle, para poder ubicar de una manera más realista la confianza, a la cual atribuye poderes extremos.

Por último está Oscar, de 21 años, estudiante de Filosofía en una escuela privada. Sus comentarios forman un catálogo de cuestionamientos y rebeldía ante cualquier autoridad: “Yo veo al matrimonio como un reto cultural y hasta cierto punto como una imposición… existe una gran presión, por parte de la sociedad, para que llegada la edad la gente se case…. El problema es que la presión es también porque tu matrimonio debe ser exitoso y dadas las grandes expectativas que se tienen, los recién casados experimentan una especie de choque con la realidad…. entonces viene la angustia, la frustración que puede terminar en la ruptura”. La opinión de Oscar hace necesaria la aclaración de dos puntos: Primero: que las expectativas son producto de fantasías y por lo tanto, con frecuencia, llevan a la frustración ya que no toman en cuenta lo obvio y la realidad de una situación., esto, a diferencia de la perspectiva, la cual implica una actitud que toma más en cuenta esos dos factores para visualizar y planear el futuro; y segundo, que más que la formalización de una unión, es la convivencia la que conlleva problemas, pero también fortalece alianzas y proporciona grandes satisfacciones.

A pesar de sus cuestionamientos, Oscar duda: “No sé si me quiero casar. Sí quiero compartir mi vida con una mujer, pero no estoy seguro de llegar a formalizar ante las instituciones mi relación. No es algo que tenga decidido”.

Los jóvenes opinan, MIRADA les da la palabra, saque usted sus conclusiones.

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