Que mi oído esté
atento a tus susurros.
Que el ruido cotidiano
no tape tu voz.
Que te encuentre,
y te reconozca
y te siga.
Que en mi vida brille tu luz.
Que mis manos estén abiertas
para dar y proteger.
Que mi corazón tiemble
con cada hombre y mujer que padecen.
Que acierte para encontrar
un lugar en tu mundo.
Que mi vida no sea estéril.
Que deje un recuerdo cálido
en la gente que encuentre.
Que sepa hablar de paz,
imaginar la paz,
construir la paz.
Que ame, aunque a veces duela.
Que distinga en el horizonte
las señales de tu obra.
Todo esto deseo,
todo esto te pido,
todo esto te ofrezco, Padre.
José María Rodríguez Olaizola, sj