Tarde de Viernes Santo

Tu vida se veía destruida,
pero tú alcanzabas la plenitud.

Aparecías clavado como un esclavo,
pero llegabas a toda la libertad.

Habías sido reducido al silencio,
pero eras la palabra más grande del amor.

La muerte exhibía su victoria,
pero la derrotabas para todos.

El reino parecía desangrarse contigo,
pero lo edificabas con entrega absoluta.

Creían los jefes que te habían quitado todo,
pero tú te entregabas para la vida de todos.

Morías como un abandonado por el Padre,
pero él te acogía en un abrazo sin distancias.

Desaparecías para siempre en el sepulcro,
pero estrenabas una presencia universal.

¿No es sólo apariencia de fracaso
la muerte del que se entrega a tu designio?

¿No somos más radicalmente libres,
cuando nos abandonamos en tu proyecto?

¿No está más cerca nuestra plenitud,
cuando vamos siendo despojados en tu misterio?

¿No es la alegría tu última palabra,
en medio de las cruces de los justos?

Benjamín González Buelta, sj

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