¡Ser un instante luz, sólo un instante!
Sopla y enciéndeme, Señor, cual árbol
resplandeciente entre la noche oscura,
Mira mis verdes que se extienden largos,
mira mis ramas de quejidos: crecen
en la noche, tu fresca luz buscando.
Baja, Señor, y sopla entre mis frondas.
Tóquete yo con mi pequeña mano,
con mi pequeña sombra triste. Soy
un niño sin descanso.
Mi corazón golpea contra el tuyo.
Un débil junco puede ilusionado
golpear un gran sol, un mar de tierras.
¡Heme aquí golpeando!
¿Y no responderás a un niño? Mira
cómo hasta Ti levanto mis dos brazos
queriendo reposar sobre la hierba
de luz de tu regazo.
Baja, Señor, y posa tu caricia
en mis cabellos, de la tierra, amargos,
y deja un surco luminoso en ellos,
un reguero de cielo dulce y largo.
Carlos Bousoño