Amo Señor tu sendas,
y me es suave la carga
que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro
que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos
de tinieblas se viste,
que el agua del camino
es amarga, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón
que me diste;
y una sombría y honda desolación
me embarga,
y siento el alma triste
y hasta la muerte triste…
El espíritu es débil
y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego,
por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar…
Mas entonces me miras…
y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche;
y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste,
me es dulce caminar.
José Luis Blanco Vega, sj