Al que no habla Dios no lo oye

Muriel Loreto García

Maestra Normalista, licenciada en pedagogía y terapeuta.

Se ha dedicado 35 años a la educación, al desarrollo humano, y comunitario, tanto en el sector privado como en el público.

Para iniciar este artículo, estimado lector, debo hablarte de mi propia experiencia, pues sólo de esta manera puedo entablar un contacto personal contigo. Así fui descubriéndome a lo largo de mi existencia, analizando mis inquietudes, mis necesidades, mis sueños, mis anhelos y al mismo tiempo conociendo los de todas aquellas personas con quienes tengo la dicha de convivir día a día.

Valoro muchísimo los libros, las teorías, las experiencias cercanas y remotas, pero la única manera de aprehenderlas, es decir, de hacerlas mías, es relacionándolas con mi propia vida, con sentimientos, vivencias y situaciones, encarnadas en el alma.

Estudiar mucho, leer constantemente y trabajar arduamente, me han enseñado cantidad de conocimientos valiosos, sin embargo he aprendido a amar, amando; a comprender, comprendiendo; a sufrir sufriendo; a disfrutar, disfrutando; a fallar, fallando; a comunicar, comunicándome.

Experiencia personal

Mi vida ha transcurrido entre la placentera calidez del afecto y el hierro doloroso de las pérdidas. Mi caminar ha sido un proceso lleno de matices variados. Algunas veces he encontrado caminos que me llenan de satisfacción, en ocasiones he perdido el sendero y en otros me acompaña el dolor y la incertidumbre. Unas veces mi paso es acelerado y autómata, otras veces marcho con paso firme, consistente y consciente.

Como hija, alumna, hermana, amiga, novia, busqué, sin ninguna técnica, diversas opciones para comunicar mis necesidades, sentimientos y deseos dentro de un ambiente en el cual las relaciones interpersonales eran de primordial importancia. Más tarde como estudiante, profesionista, esposa y madre, encontré que, además de la buena voluntad, debía aprender algunas estrategias para hacer de la comunicación eficaz un vehículo indispensable para comprender y ser comprendida.

La educación y el servicio social son mi vocación de vida desde que era muy pequeña. Lo que más me gustaba hacer en las tardes era transmitir lo que había aprendido por la mañana en el colegio y los fines de semana transcurrían con mi hermano grande apoyando a los habitantes de los basureros de Santa Fe en el Distrito Federal. Así empecé a practicar mi vocación aun antes de estudiar, sin embargo podríamos decir que profesionalmente llevo 35 años dedicada a la educación y al desarrollo comunitario.

He tenido la fortuna de desempeñarme como profesora de niños, adolescentes, universitarios, maestros y padres de familia. Así mismo he impartido talleres para empresarios, funcionarios públicos, directivos y promotores comunitarios, quienes han sido mis verdaderos profesores, porque de ellos aprendí que cada grupo de personas muestra gran diversidad de percepciones, realidades, creencias y valores que significan la riqueza de una sociedad que convive aportando las valiosas diferencias de las personas que la forman.

Así mismo, descubro constantemente, que independientemente de las diferencias de edades, nacionalidades, culturas, realidades socioeconómicas, entornos, profesiones y ocupaciones, todos los seres humanos buscan seguridad, reconocimiento, pertenencia, afecto, estima y logros que alcanzar. En todos los grupos que he convivido personal y profesionalmente encuentro que las personas necesitan expresar sus necesidades, anhelan sentirse escuchados, agradecen ser comprendidos y se relacionan mejor cuando fluye la comunicación.

Una de las grandes experiencias de mi vida fue trabajar con un grupo de promotoras comunitarias de la zona de Santa Fe. Cinco mujeres muy valiosas que a partir de sus historias dolorosas y de un trabajo intenso en talleres de desarrollo humano, decidieron dedicar parte de su tiempo a promover el crecimiento de otros grupos de mujeres que se encuentran en situaciones similares. De Mary, Lucy, Juanita, Julia y Maria Luisa, aprendí que un pasado lleno de sufrimiento puede transformarse en un presente luminoso y en un futuro prometedor. Después de reconocer que su principal necesidad era construir una autoestima muy dañada desde la infancia y de trabajar en esta enorme tarea durante varios años, detectamos juntas que una de las grandes dificultades en su vida tenía que ver con una gran incapacidad para comunicarse y para ser comprendidas. Esta realidad objetiva, nos llevó a estructurar un manual sobre Comunicación que les permitiera trabajar personalmente y con sus grupos. Emprendí la tarea de diseñar 22 sesiones grupales que fueron trabajadas en el grupo de promotoras y ellas a su vez, aplicaron las dinámicas en sus respectivos grupos durante tres años, hasta que tomé la decisión de publicar el manual con el nombre La comunicación, una experiencia de vida. Desde 1996 que se presentó el libro, éste se ha utilizado con muchos grupos de padres de familia y de estudiantes, lo que me permite constatar que el tema de la comunicación es fundamental para construir relaciones personales más armónicas.

La comunicación

La capacidad de comunicarse es una característica inherente al ser humano. El hombre, desde que inicia su existencia tiene el impulso de comunicar sus necesidades y deseos. Aun de manera involuntaria y espontánea se comunica con lo que le rodea utilizando diferentes códigos. Con frecuencia existe una relación directa entre su capacidad para comunicarse y la satisfacción de sus necesidades.

A través de la comunicación recibimos la influencia cultural, gracias a la cual podemos participar en la creación de nuestro mundo.

Por la comunicación conocemos los parámetros en los cuales se mueve y se ha movido la sociedad y podemos compararlos con los nuestros. La comunicación es un elemento esencial para el autoconocimiento y para el conocimiento del otro. Gracias a ella podemos relacionarnos con el pasado y podemos hacer del presente una oportunidad para convivir.

La comunicación es el medio por el cual una persona influye sobre otra y a su vez influida por ésta. A través de ella se da la socialización entre los individuos y en función suya es como se conservan como seres sociales.

Al concebir la comunicación como el proceso más importante de la interacción del ser humano, surge la necesidad de convertirla en una actitud ante la vida, un proceso mucho más rico que la simple transmisión y recepción de mensajes. Esto es, en el intercambio de ideas, sentimientos, experiencias que llevan a proyectar el propio Yo y a acoger el Tú.

De aquí la importancia de buscar la calidad en la comunicación, de favorecer una expresión sincera, profunda, congruente, honesta de la propia interioridad considerándola un regalo valioso que va a propiciar el enriquecimiento propio y la creación de una relación sana y armónica.

Elementos de la comunicación

Hay cuatro elementos en la comunicación:

  • El emisor, es la persona que comunica el mensaje.
  • El receptor, es la persona que recibe el mensaje.
  • El mensaje, es el contenido, lo que el emisor quiere expresar.
  • El canal, es el instrumento que se utiliza para comunicarse.

El emisor y el receptor

No pretendo entrar en términos técnicos sobre la ciencia de la comunicación, únicamente deseo hacer algunas reflexiones que pueden servir para lograr relaciones interpersonales más constructivas.

La función del emisor y del receptor es dinámica ya que el primero expresa un mensaje que es recibido por el segundo, quien a su vez se convierte inmediatamente en emisor al manifestar su actitud ante el contenido o al responder al mismo, porque quien en al principio fuera el emisor, se transforma de inmediato en receptor.
Tanto el emisor como el receptor son seres humanos con necesidades propias. Los dos buscan preservar su seguridad física y emocional; los dos requieren afecto y reconocimiento; los dos defienden su integridad y su autoestima; los dos temen sentirse mal consigo mismo o con el otro.
Cuando falla la comunicación, con frecuencia es porque las personas no pudieron o no supieron respetarse. Quizás uno quiso imponer su voluntad sin pensar en el otro, posiblemente alguno se expresó de manera autoritaria, tal vez alguien se sintió juzgado o descalificado.
Con el fin de encontrar alternativas que permitan, tanto al emisor como al receptor, sentirse satisfechos y con posibilidad de expresarse con libertad, es importante analizar con cuidado y honestidad, si el problema radica en la actitud de las personas que intentan comunicarse.

El mensaje

Los mensajes que emitimos, tanto a nosotros mismos como a los demás, pueden significar un obstáculo o un aliciente para la comunicación.

Cuando el mensaje se inserta en el corazón de la persona, cuando logra que el individuo se sienta querido, valioso, confiable, es muy probable que sus oídos estén más dispuestos a escuchar. Hay mensajes que facilitan la comunicación, porque demuestran:

  • Confianza. Con o sin palabras, el emisor expresa “creo en ti”.
  • Aceptación. De alguna manera demuestra “me gusta como eres”.
  • Comprensión. “Te entiendo” y hay mil formas de expresarlo.
  • Motivación. Inyecta ánimo en el receptor porque el emisor le hace sentir “tú puedes”, “¡adelante!”, “¡bravo!”, “¡inténtalo!”.

También hay algunos mensajes que coartan la comunicación cerrando la posibilidad de que la persona siga escuchando con apertura pues siente amenazada su autoestima, ya que muestran:

  • Desconfianza. Incredulidad, duda que manifiesta “tú no puedes”.
  • Rechazo. Con palabras o con actitudes expresa “no eres digno de mi aprecio”.
  • Castigo. Hace sentir culpable a la otra persona, como si se le dijera “¡te lo mereces!”, “¡te lo dije!” “si hubieras…”
  • Desánimo. Hay mensajes que lejos de motivar al otro, parecen decir “¡imposible!”, “¡da igual!, “¡ni lo intentes!”.

El canal

Los instrumentos que se utilizan en la comunicación son muy variados. Podemos expresarnos de forma verbal, por escrito, a través de intermediarios, etcétera. Cada uno de estos medios tiene sus ventajas y desventajas que deberán analizarse dependiendo del emisor, del receptor y del mensaje que se desea emitir. Sin embargo, es necesario tomar en cuenta, que no sólo las palabras comunican, la expresión no verbal frecuentemente es mucho más fuerte ya que se manifiesta a través de actitudes. Por ejemplo, estar presente en un momento doloroso puede ser más significativo que mil palabras; se puede demostrar el afecto con un abrazo cálido, sin necesidad de decir nada más; un gesto de desagrado o indiferencia llega al corazón antes que un mensaje oral; el silencio también comunica.

Si deseamos utilizar el canal adecuado para comunicarnos, necesitamos:

Tomar en cuenta a la persona. Antes que nada conocer su necesidad y prever, en lo posible, el impacto que deseamos obtener. Por ejemplo, en ocasiones escribir puede resultar más objetivo cuando deseamos clarificar algún malentendido, en otras ocasiones puede resultar muy impersonal y lastimar a alguien que requiere una aclaración cara a cara.
El tipo de mensaje que se desea emitir, también tiene mucho que ver con el canal que elegimos. Un “te quiero” puede tener un impacto diferente cuando se expresa verbalmente que cuando se emite por correo, pero también se puede expresar con unas flores, una mirada o una sonrisa; de cualquier modo estamos comunicándonos, sin embargo cada persona es la que señala la forma más adecuada. Cuando tenemos que manifestar un enojo o malestar y desconfiamos de nuestras propias actitudes (violentas, represivas o poco constructivas), la escritura puede ser una mejor opción, sin embargo, no será la adecuada siempre y con todas las personas.
En ocasiones la expresión verbal no concuerda con la comunicación no verbal, este doble mensaje crea incertidumbre, molestia, inseguridad. Por ejemplo, “¡haz lo que quieras!”, se le dice a un hijo con un gesto autoritario que significa, “¡haces lo que yo digo o te va a ir mal!”; igualmente contradictorio puede ser cuando expresamos “¡Me interesa escuchar cómo te sientes!” y al mismo tiempo seguimos concentrados en la computadora. Si deseamos una comunicación eficaz, es imprescindible la congruencia entre lo que decimos y lo que manifestamos con actitudes.
Con el fin de comprender las causas de una falla o un acierto en la comunicación, resulta interesante analizar los instrumentos que utilizamos para comunicarnos. Esto nos ayudará a desarrollar la capacidad de establecer relaciones interpersonales más satisfactorias.

  • La comunicación asertiva
  • La palabra asertividad viene del verbo en latín asserere, que significa afirmar, y del sustantivo assertio, afirmación.
  • La comunicación asertiva es aquella que permite a la persona expresarse, manifestar sus deseos, necesidades, pensamientos y sentimientos, respetándose a sí mismo y a los demás.
  • La asertividad permite al individuo ser afirmativo; mostrarse firme; fortalecer, reforzar, sostener; manifestar con seguridad lo que piensa, desea, necesita y siente.

Algunas sugerencias para actuar asertivamente son:

Respetarte a ti mismo. Esto significa que valoras tus necesidades; conoces, respetas y pides que respeten tus derechos; te conoces y te aceptas tal como eres; reconoces tus potencialidades y tus limitaciones; manifiestas tus necesidades, deseos, pensamientos y sentimientos.

Respetar a los demás. Es decir, reconocer sus derechos y sus necesidades; comprender a tus semejantes “ponerte en sus zapatos”; aceptar la libertad de las otras personas; abandonar el concepto de propiedad; aceptar la manifestación de las necesidades, deseos, pensamientos y sentimientos de los demás.

Ser directo. Para ello requieres pedir las cosas directamente, sin rodeos, sin suponer que el otro las tiene que adivinar; expresarte con claridad; asegurarte que el otro comprendió lo que tú expresaste.

Ser honesto. Para lo cual debes ser sincero; hablar con la verdad; expresar realmente lo que sientes, piensas, necesitas.

Encontrar el momento, la forma apropiada, es decir, utilizar una manera adecuada de comunicar lo que deseas (sin agresiones, ofensas, insultos, críticas, etiquetas, ironías); ser oportuno y buscar el mejor momento y lugar para decir las cosas. Hay situaciones en las que no se debe hablar, pues el lugar no es el apropiado o porque el estado de ánimo no es el oportuno. Cuando no se habla con la persona indicada se pueden provocar chismes o malentendidos.

Saber escuchar, que quiere decir Escuchar al otro, con atención, interés, y apertura; permitir que tu interlocutor también exprese sus sentimientos con la confianza de que será escuchado; ofrecer el tiempo para que se exprese sin interrumpirlo, cuestionarlo, agredirlo, juzgarlo.

Recuerda que no te comunicas sólo con tus palabras. Tu expresión no verbal dice igual o más que tus palabras. Por lo tanto, tu actitud corporal también debe ser: respetuosa, apropiada, interesada.

La comunicación es un intercambio, lo importante en la asertividad es que nadie gana ni pierde, sino que se llega a un acuerdo, y así, ganan todos.

Conclusión

Podemos profundizar mucho acerca de la comunicación, sin embargo, este artículo solamente pretende invitarte, estimado lector, a encontrar tus propias maneras de comunicarte, aquellas que te hagan sentir satisfecho y que logren que tus relaciones con otra persona sean constructivas, enriquecedoras y propicien el crecimiento de ambos.

El siguiente cuestionario personalmente me ha ayudado a analizar mi propia comunicación, y a través de este análisis, encontrar mejores opciones.

1 ¿Cómo actúo generalmente con los demás?

2 ¿Hay congruencia entre lo que siento, pienso y expreso?

3 ¿Comunico con claridad lo que siento, lo que necesito, lo que quiero?

4 ¿Pido lo que necesito de manera amable, sin demandas innegociables?

5 Cuando explico algo, ¿busco hacerlo directamente sin rodeos y buscando estrategias para facilitar que me entiendan?

6 ¿Puedo conversar en grupo sin retraerme o sin monopolizar la plática?

7 ¿Escucho a las demás personas sin interrumpir, interpretar, juzgar, diagnosticar?

8 ¿Puedo disentir con serenidad cuando no estoy de acuerdo con las demás personas?

9 ¿Puedo manifestar descontento o enojo sin agredir, sin lastimar?

10 ¿Puedo decir “no” sin violentarme o sentirme culpable?

11. ¿Expreso frecuentemente comentarios positivos y constructivos en lugar de detenerme a manifestar la parte negativa de las personas y las situaciones?

12. ¿Me comunico con la persona indicada para evitar chismes, rumores y malentendidos?

13. Cuando sucede algún problema, ¿trato de asumir mi responsabilidad y busco la solución en lugar de culpabilizar al otro o centrarme únicamente en el conflicto?

14. Cuando otras personas opinan, ¿me intereso y tomo en cuenta sus puntos de vista?, y si encuentro razón en sus puntos de vista, ¿soy capaz de modificar el mío?

15. Si los demás no me entienden, ¿intento explicarme con mayor claridad en lugar de desesperarme y terminar la comunicación?

16. ¿Mi lenguaje corporal es congruente con mi lenguaje verbal?

17. ¿Utilizo estrategias que facilitan la comunicación como mirar a los ojos de mi interlocutor, usar un tono de voz adecuado, aprovechar el momento propicio?

18. ¿Soy capaz de reconocer mis logros y mis limitaciones en mi proceso de comunicación y busco de manera continua encontrar formas más adecuadas para comunicarme?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 × uno =