Sentado junto al camino
esperando por un encuentro,
No sé qué pasa conmigo
la oscuridad me inunda por dentro.
Después de mucha luz haber visto
hoy me siento tan desierto;
son quienes viven conmigo
oscuridad, soledad y silencio.
Estaba ahí junto al camino,
no lejos de sentirte adentro;
Pues aunque mis ojos andaban ciegos,
mis oídos, por el contrario, atentos.
Mi corazón ansioso esperaba,
al enterarme que estabas presto.
Entonces grité sin cansancio,
sin pena ni remordimiento:
«Jesús, ven,
no te quedes lejos
escucha mis sentimientos.
Mira que ciego he quedado,
muy lejos de tu aliento».
Al escuchar que Tú pasabas,
me invadió un fuerte deseo
que insistí hasta que escucharas
y no me negaras tus besos.
«¿Qué quieres que haga por ti?»
Me increpaste aquel momento;
te dije breve y directo
y siendo bien honesto:
«Rabbuní, ¡que vea!»
y después me quedé muy quieto.
Tocaste Tú mi mirada,
palpaste mis sentimientos.
Afinaste con tus caricias
la sensibilidad de todo mi cuerpo.
Quedé en paz y contento
diligente y tan dispuesto,
a no callar tu llamada
ni a borrar aquel momento;
que cuando llegue la noche
tu recuerdo sea mi asimiento,
que Tú Palabra mi morada
y de Ti mi entero acatamiento;
que aunque no vea tu luz clara
ni sienta la suavidad de tu cuerpo
brille –a mí pesar– Tú recuerdo
y Tú promesa sea
hoy y por siempre mi sustento.
Amén.
Genaro Ávila-Valencia, sj