¿Cómo acompañar un proceso de muerte?

Julieta Ruiz de Soria

Sicoterapeuta

Al escuchar esta pregunta, viene a mi mente mi propio proceso después de la muerte de mi hija y quiero compartir con ustedes lo que me fue útil en él.

Ante la muerte de un ser querido se experimentan muchas reacciones y, usualmente, los mecanismos que nos han servido en otras crisis no parecen resultarnos de utilidad.

En el inicio del proceso hay aturdimiento y evitación ó negación ante una realidad tan difícil de enfrentar. Este aturdimiento es como una anestesia psicológica natural ante el impacto de la pérdida; por lo tanto, debe ser respetado. La vida misma va presentando confrontaciones que van haciendo clara la realidad inevitable, por difícil que nos parezca vivirla.

Acompañar a una persona que está viviendo este proceso o el enfrentamiento a una enfermedad que amenaza la vida, implica reconocer que cada persona es única y, aunque hay aspectos comunes ante la pérdida, respetar a cada persona en el momento en que se encuentra es fundamental para estar con ella; no es necesario hacer o decir qué debe hacer, puesto que esto interfiere con su caminar en el proceso.

Estar con el otro desde nuestro propio centro de amor y no desde el temor que nos mueve a utilizar conceptos socialmente impuestos y que también son incongruentes como:

“debes ser fuerte”, “la vida sigue”, “debes pensar en tu familia”, “debes superar esto”, “no llores porque no dejas descansar a quien murió”; o, por otro lado: “mira cómo se ríe ya…” “está tan bien que parece que no le importó…” etc….

Al acompañar a una persona en un momento tan doloroso, hay que aceptar sus manifestaciones de reacciones y sentimientos como naturales y válidas y permitir la expresión de ellas, pues es lo que realmente necesita. Concentrarnos en el dolido y no en nuestras expectativas, en sus necesidades y no en las nuestras, respetar sus creencias y valores, su ritmo, no dar consejos ni hacer juicios ya que el juicio, en ocasiones, es comparar con el dolor de otro y esto causa una gran ansiedad.

La muerte de un ser querido coloca a quien sobrevive ante preguntas existenciales que surgen desde el profundo dolor de la pérdida y de la falta de sentido de la propia vida; preguntas que no puede ignorar ni aplazar. La necesidad de encontrar respuestas y, con éstas, llegar a la aceptación de un hecho que es definitivo, la lleva a procesar el duelo

El proceso de duelo es necesario para situar, dentro de la totalidad de la vida, el evento doloroso de la muerte. Es revisar conscientemente cada paso vivido desde el primer contacto con la pérdida.

Es necesario tomar en cuenta que el proceso de duelo involucra muchos cambios: desde la manera de percibir el mundo, la forma de relacionarse con los demás; debido a que el enfoque de intereses es diferente, cambiamos de amigos o reforzamos lazos con los que están con nosotros en esos momentos tan difíciles. El cuestionamiento de nuestra seguridad, confianza y fe y nuestra propia identidad se ve sacudida pues se basa en nuestras relaciones interpersonales.

No hay manera de evitar vivir este proceso, pero, reconocer que es un proceso, nos ayuda a decidirnos a caminarlo, y la única forma de hacerlo es vivirlo, hablarlo, llorarlo y, de esta manera, vamos clarificando la tormenta.

Fases para vivir un duelo

Hablar de un proceso y de pasos o fases resulta arbitrario; sin embargo, en nuestra necesidad humana de tener puntos de referencia, nos sirve para una mejor comprensión del mismo. Teresa Rando propone tres fases:

La fase de evitación que va desde que se recibe la noticia y que se vive como una experiencia de incredulidad que genera muchas preguntas que deben ser formuladas, aunque no necesariamente contestadas.

La fase de confrontación a la que, como mencionamos anteriormente, nos lleva la vida misma y nos hace vivir el dolor más profundamente experimentando todos los sentimientos, principalmente la tristeza, de la que intentamos huir, pero nos damos cuenta de que donde quiera que vayamos, nos encontramos con ella; la manera en que va cambiando de intensidad, frecuencia y duración, la tristeza o cualquier otro sentimiento es reconocerlo, validarlo y vivirlo. Querer evitarlo hace el efecto contrario, le da más fuerza y lo retiene.

Lo que nos lleva a la siguiente fase es dejar de aferrarnos a lo que ya no es, a querer tener control sobre el pasado y querer modificarlo; dejar de sostener una forma de relación que ya no es posible y que no nos permite encontrar nuevas formas de relación con quien murió. Este paso inicia el proceso de reconstrucción y el retorno a la vida como algo que merece ser vivido.

La fase de acomodo nos ayuda a hacer un proceso adaptativo para asumir el mundo y reafirmar nuestra identidad, valores y creencias. Nos lleva a reinvertir la energía en nuevas actividades más gratificantes; entre ellas, compartir este camino recorrido desde el amor, la compasión y la confianza con las personas que inician un proceso de duelo, lo cual ha sido, en mi experiencia, una forma de honrar la memoria de mi hija y darle trascendencia a su vida y a la mía.

La posibilidad de vivir mi experiencia de la manera que comparto con ustedes fue posible a través de CECURA Guadalajara, A. C. (Centro de Curación de Actitudes), en donde se me extendió una mano amorosa que me permitió encontrar este camino que ha dado un giro tan importante en mi vida, pues allí aprendí que no puedo cambiar lo que sucedió, pero sí elegir como quiero vivirlo.

En la actividad que estoy haciendo ahora como facilitadora de procesos de duelo, me gustaría compartir algunas cosas de mi experiencia en el centro.

Cuando una persona llega a pedir ayuda, nosotros creemos que, por ese sólo hecho, ya está eligiendo ver las cosas de otra manera y, aunque en esos momentos no esté muy claro en ella, existe la búsqueda del sentido del dolor que está experimentando; por lo mismo, es importante que sea la misma persona interesada quien haga el contacto ya que este movimiento es indicativo de que es su momento para iniciar el proceso.

El papel del facilitador es ir acompañando a la persona en duelo precisamente con lo que esté viviendo en el momento, y permitiendo que ese contacto con su interior la impulse a pasar a otro aspecto del proceso. Ayudarla a explorar todos los cuestionamientos que surgen de su impotencia, su enojo, su falta de aceptación, para que pueda encontrar sus propias respuestas que van a estar determinadas por sus creencias.

Falsas creencias que impiden el duelo

  • Si cree que la muerte es un castigo por algo que cometió, una parte del proceso será tratar de encontrar los actos que justifiquen el castigo.
  • Si cree que el duelo tiene un término, al llegar a él va a vivir la frustración de no sentirse como esperaba.
  • Si cree que el duelo es una línea recta, no va a aceptar volver a tocar lo que cree que ya está elaborado.
  • Si cree que su duelo es el más difícil que existe, va a estar buscando permanecer en el dolor y en el sufrimiento por más tiempo.
  • Si se siente culpable por lo que hizo o dejó de hacer, va a buscar algún tipo de castigo que vaya de acuerdo con su culpa.
  • Si se le ha pedido ser fuerte para los demás y se identifica con esa creencia, no se va a autorizar la manifestación de los sentimientos que lo muestren frágil o débil.
  • Si su creencia es que los demás la observan y hacen juicios de cómo la ven, la misma persona en duelo estará enjuiciando todo lo que siente o hace.
  • Si su creencia es que enojarse con Dios está mal y tiene ese pensamiento, vivirá el miedo al castigo.
  • En este cuestionamiento que la persona se va planteando, va encontrando una gama de respuestas que le permite ampliar su sistema de creencias y dar un sentido a su pérdida.

Acompañar a otras personas que viven la muerte de un ser querido, me ha permitido ir encontrando, con cada una, experiencias comunes que me unen a ella y me permiten experimentar la compasión y el amor. También a través de su proceso, he podido sacar a la luz algunos aspectos del mío que había dejado sin tocar y poder verlos a través de la luz, que otra persona da a estos aspectos, de la misma manera que los que para mí fueron muy claros pueden iluminar el proceso de otros.

Durante los tres años que he estado acompañando a personas con pérdidas y en mi propio proceso, me doy cuenta de que el papel del facilitador es estar con el otro desde el amor y la compasión, lo que implica el respeto de las elecciones y puntos de vista del dolido, y sólo permanecer a su lado como una mano que se extiende sin poner ninguna expectativa y que permanece pacientemente extendida para que si el dolido así lo decide, pueda tomarla.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR:

  • ¿ Consideras necesario vivir un proceso para aceptar la muerte de un ser querido?
  • ¿Cómo podrías saber que has aceptado la muerte de un ser querido?

LECTURAS:

Kübler Ross, E. Lecciones de vida.
Kübler Ross, E. La muerte, un amanecer.
Bucay, J. El Camino de las Lágrimas.
Nouwen, H. Viviendo en el Espíritu.
Nouwen, H. La Compasión en la vida cotidiana.

julietaruizs@hotmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

19 − 10 =