Aporte de la Espiritualidad Ignaciana a la Mujer.

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Mtra. Ma. del Socorro Salcedo Palacios
Centro Ignaciano de Espiritualidad. Guadalajara, Jal.

Primeramente diré que soy una mujer laica, felizmente casada y madre de 3 hijos.

Fui la 4ta. de 7 hermanos. Hija de Militar y Ama de casa. Como hija de militar diré que vivimos como judíos errantes en diferentes Estados de la República. Soy hermana de dos religiosos, un cura y una monja.

Desde joven me ha acompañado un corazón inquieto. En los 70’s  formé parte de una comunidad cristiana cuyo centro era la oración y la formación bíblica. Como apostolado organizábamos retiros y dábamos seguimiento a pequeñas comunidades de jóvenes con las mismas características.

En ese entonces estaba en la preparatoria y esta experiencia de comunidad de alguna manera  influyó en la elección de mi  carrera. Hice la Licenciatura en Trabajo Social. Seguía formándome y trabajando en nuestra pequeña comunidad, por un lado,  y desde mi carrera,  trabajaba en grupos y colonias marginadas por el desarrollo de la comunidad.

Como una consecuencia de esta experiencia Edgar, mi esposo,  y yo decidimos irnos a vivir a un pueblo de la Sierra cuando nos casamos. Según nosotros para “ayudar” y compartir nuestra experiencia de vida. Él es médico y yo en ese entonces trabajaba  como jefa del Departamento de Trabajo Social en el Supremo Tribunal de Justicia  y daba clases en La Universidad de Guadalajara. Creímos que sería por corto tiempo y nuestra estancia en Chiquilistlán duró 16 años.

Tuvimos 4 hijos. Nuestro segundo hijo falleció a los 2 días de nacido. Él fue prematuro y vivimos la experiencia de las personas comunes de un pueblo sin recursos. Nuestra hija menor, Mariana,  también es prematura. Por un accidente en el hospital, tuvo hipoxia y como consecuencia PCI. Razón por la cual volvimos a Guadalajara para  continuar con sus terapias que cada vez eran más especializadas.

Cuando regresamos, lo que más anhelaba mi corazón era volver a ese amor primero. Chiquilistlán se había convertido en  activismo puro, además de la crianza de los hijos y  dar clases en la secundaria del lugar, participé en la creación y organización de una escuela de Educación Especial, trabajé con escuelas de padres, colaboré en la creación de una asociación para ayuda de las personas más vulnerables del Municipio. Todo era bueno… pero en mi corazón no sólo había alegría muchas veces había agobio y sequedad.

Al volver, lo primero que hicimos fue buscar a los amigos de aquella comunidad y empezamos a reunirnos para hacer oración juntos y así continuamos nuevamente  con nuestra formación bíblica, estudio de teología  y dando talleres de Historia de la Salvación, además de nuestros respectivos trabajos.

Después de un tiempo nos dimos cuenta que era importante formarnos en otras áreas, razón por la que inicié el Diplomado de Espiritualidad y Desarrollo Humano en el CIE. Viví los EEVO ¡Un verdadero encuentro con el Señor, profundo, maduro y comprometido!

En ese entonces en nuestra comunidad estábamos estudiando la Teología de la Perfección Cristiana y  como algo inesperado irrumpe en mí la Espiritualidad Ignaciana…

Mi primera experiencia fue vivenciar y recibir el gran amor gratuito de Dios

Y de aquí se desprendieron una serie de creencias, constructos y asideros:

  • Me daba cuenta que no necesitaba nada para recibir el amor de Dios
  • El sólo me ama así como soy, no necesitaba “merecerlo”
  • Venía arrastrando una indignidad y aquello se transformó en Esperanza, en un inicio de confianza y en un llamado esencial a confiar, a confiarme y a confiarle.
  • Fue sanando en mí una culpa mal sana.
  • Transformando mi manera de pensar. Me di cuenta como tiendo a fijarme en el prietito del arroz y muchas veces dejo de mirar la blancura de su totalidad.
  • Me daba cuenta que había encontrado La perla, que tanto había buscado y ahora tocaba vender todo lo que tengo…

 

Ha sido un proceso de soltar apegos, con la certeza de que he encontrado un tesoro! Y vivirme con mayor fluidez en la vida, confianza y esperanza.

Ha sido un profundo proceso de cambio interior, a veces doloroso, otras veces gozoso y otras más sin respuesta aún. Sigo cayendo y vuelvo a levantarme, me regaño menos y reconozco más mis debilidades y fortalezas, confiando  en el amor gratuito e incondicional de Dios.

La Espiritualidad Ignaciana va haciendo lo suyo en mi vida…

Una vez que pasó el gozo del encuentro, venía una desazón que no comprendía, me sentía traicionera de mi comunidad, no me llenaba mi forma de estar en ella y cada vez encontraba Vida en nuestra CVX que acabábamos de formar.

Cuando me pidieron que diera un taller de Historia de la Salvación, no quería hacerlo. Sabía que ahí en la Palabra me encontraría algo. Finalmente lo preparé con ayuda de p. Pancho López quien me ayudó a desvelar mi nueva forma de estar frente a la Palabra. Entre otras cosas descubrí que aquel taller lo abordaba mezclando aspectos moralistas. Cuando  caí en la cuenta, me dejé conducir desde mi nueva experiencia de Dios, un Dios que está a favor nuestro, que ama la vida y y quiere lo mejor para cada uno.

A su vez se fue dando una integración de mi espiritualidad. Me di cuenta que aquella espiritualidad de mis años anteriores, había sido buena, muy buena para mí y que ahora abonaba para vivir una nueva manera de estar en la vida.

También se fue dando internamente el creer en mí misma, en mi intuición, en mi ser mujer.

Una de las primeras frases de San Ignacio,  al final de las anotaciones en el libro de los EE que se refiere a los Acompañantes de Ejercicios salvaguardar la proposición del prójimo ha venido permeando mi vida…. Soltando cada vez más a mis hijos y creer en ellos, de manera muy particular en Mariana, A veces siento que ya la hicimos y viene algo más. Hoy he aprendido que cada día tiene su propio afán. Aprendo a vivir el día a día tratando de no tener expectativas. Mariana me ha demostrado que sí se puede. Actualmente está en 9° semestre de la carrera.

El creer en mis alumnos y alumnas  y confiar en que cada uno/una estará listo para hacer los cambios y las tareas que les corresponden en la vida. Bueno, esto no ha sido fácil, ha sido un largo proceso en el que sigo trabajando y se va transformando en una actitud frente a los otros.

Como esposa, ha sido difícil romper constructos, mitos y creencias en cuanto a la relación de pareja. Cuando descubrí que cada uno tiene su propio llamado, su propia manera de estar en la vida aun compartiendo la misma vocación. Lo primero que descubrí en mí fue una codependencia. Y con el paso del tiempo fui valorando la relación, apostando por ella de una manera más libre, más fluida, con mayor apertura, con mayor respeto, deseando en mi interior un apostolado en conjunto. Sin embargo fui respetuosa y paciente. Llegó el momento en que  compartiéramos un trabajo común. Mi sueño Guajiro! Ya no solo compartimos nuestra vida, nuestra familia, nuestro hogar también nuestra espiritualidad. Y esto ha dado un giro de 180 grados en nuestra relación. Hablar el mismo idioma ha sido para mí uno de mis más grandes tesoros.

Bueno por último diré que el Discernimiento ha sido para mí una brújula que, si bien no estoy segura de la voluntad de Dios, si me queda claro hasta donde camino por el Camino de la Vida. Este aporte de San Ignacio me ha llevado a caminar con mayor atención en la vida. Una experiencia fuerte para mí ha sido mi trabajo. Llevaba 20 años trabajando para el Sistema Educativo Nacional  a nivel de secundaria en el Área de Formación Cívica y Ética, amaba mi trabajo y me sentía muy plena. Después  del año en que consideré mis mejores grupos, había enseñado a los alumnos a realizar un discernimiento humano y habíamos tenido excelentes resultados, me cambiaron a un proyecto de dirección. Aquí vino una desazón, se dieron muchas circunstancias que me hablaban de soltar este trabajo, mi  discernimiento era cada vez más desolatorio y no podía comprender a lo que el Espíritu del Señor me conducía. Mientras sucedía esto yo estaba viviendo el taller de Acompañantes Laicos y  colaboraba en Casa Loyola con un proyecto que iniciaba que le llamábamos Prediplomado y cada vez había más gozo. Dejé Educación y me incorporé a nuevos proyectos en  Casa Loyola. Sentí y  me quedó claro que había soltado un dulce y tenía ante mí un gran  pastel. Los caminos del Señor son más grandes que nuestras expectativas.

La oración cada vez se ha convertido en algo fundamental en mi vida. Me queda claro que mi trabajo y mi estar en la vida es más creativo, más fluido y más pleno y que mi termómetro tiene que ver con la apuesta ignaciana. Que nada de lo que sucede me haga perder la paz.

Actualmente colaboro en el Diplomado de Espiritualidad y Desarrollo Humano, y en otros talleres.

Quiero Agradecer a cada una de las personas que me han acompañado en mi peregrinar, de manera especial a Pepe Sánchez, Jose Luis Serra, Manantial y a aquellas personas, señoras que como yo van forjando su camino y que han depositado su confianza en mí y me permiten acompañarlas. Muchas gracias!